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La publicación de este informe, en medio de una devastadora pandemia sanitaria mundial, no podría haber llegado en un momento más crítico para las personas de trabajo doméstico. Esta crisis ha puesto de relieve el papel vital que desempeñan en el apoyo a las necesidades asistenciales de los hogares. También ha puesto de manifiesto la precaria situación en la que se encuentran la mayoría de ellas. Muchos se ven obligados a ir a trabajar a pesar de los riesgos para la salud, otros pierden su empleo y no tienen acceso a medidas de apoyo a los ingresos, lo que les expone a ellos y a sus familias al riesgo de caer en la pobreza o en una pobreza aún mayor. Mientras tanto, los hogares en los que trabajan han tenido que hacer frente a responsabilidades de cuidado adicionales, ya que los padres hacen malabarismos con el teletrabajo y con garantizar la educación de sus hijos mientras están en casa. Nunca antes había quedado tan clara la interdependencia de los trabajadores domésticos y los hogares que cuidan. Tampoco ha sido tan visible la vulnerabilidad de los millones de trabajadores domésticos que se ganan la vida tras las puertas cerradas de los hogares privados. Este informe también es oportuno, ya que marca el décimo aniversario de la adopción del Convenio sobre los trabajadores domésticos, 2011 (núm. 189), y la Recomendación que lo acompaña (núm. 201), dedicada al sector en su totalidad. Hace diez años, la adopción de estas normas fue celebrada en todo el mundo por las organizaciones de trabajadores domésticos.